viernes, 29 de enero de 2016

Mi gata sin pelo

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"Que la vida nos sorprenda ¡Chin chin!"

Juntamos nuestras copas con mi querida prima la noche de navidad, agradeciendo a la vida y declarando nuestro propósito de abrir el corazón para fluir con ella. Después de dar el primer sorbo de espumante, no tarda en entrar un mensaje de una amiga.

Dejo a un lado el trago y abro curiosa el whatsapp esperando que cargue la imagen. Es una gata. Rara. Exótica. Me impresiona lo que no tiene pelo, más que en su carita, la cual es manchada en blanco y negro dando un aspecto de completa seriedad. Es más, si se la mira detenidamente pareciera que siempre está enojada. Una esfinge enojada. Pero sin duda lo que más llama la atención son unos enormes ojos celeste cielo. Más abajo dice: Victoria, ¿Quieres a mi Cali?

Me sorprendo porque hace un año atrás exactamente y para esta misma fecha, ella la estaba esperando. Creo que la compró en Egipto, pero no estoy segura. Parece que acá no venden este tipo de animalitos de raza Sphynx y solo es posible encontrarlos afuera. Eso sí, siempre será una hembra que te envían por supuesto esterilizada para que no pueda ser reproducida posteriormente.

Miro a mi esposo. Su cara lo dice todo: “No”. Miro a mis padres y familia buscando algún rostro complaciente pero es inútil. Peor aún, no tardan en pronunciar sus sentenciosos juicios: “Olvídalo. Es un gato. Son traicioneros, huraños, interesados y se acercan a ti sólo si quieren conseguir algo a cambio. Si pierden el interés se van y nunca más vuelves a saber de ellos”- Como si fuera poco mi prima agrega en su argentino acento: “Boluda mal… mirale la cara. Es mala... no puedo verla del asco que me da. Y voy sos muy corazón de abuelita, si pensás en quedártela. Te lo advierto: si la adoptás, no vendré nunca más a Chile a verte ¡Sabelo!”.

Evidentemente que todas estas visiones me desmotivaron. Pero por alguna razón no quise contestarle nada a mi amiga aún… Ni que sí, ni que no. Esperé. No sé qué esperaba en realidad porque era evidente que nadie iba a cambiar su parecer. Es más, la cosa empeoraba porque cada foto que mostraba se tildada como más fea que la anterior.

No sé, algo se me removió internamente. Quizás algún resabio de instinto maternal frustrado, ni idea. Pero lo cierto es que logré convencer a mi esposo de ir a conocerla y ver si nos gustaba. En realidad a la que tenía que gustarle sobre todo era a mí porque evidentemente yo sería la única responsable en cuidar de ella, jugar, limpiarla, ver sus vacunas… todo lo que requiere una tenencia adecuada de mascotas.

Intenté mentalizarme de no tomar decisiones impulsivas de las que después me fuera a arrepentir. Y en el ascensor lo reforcé internamente como para no caer en la tentación. Mis amigas con gatos ya me habían advertido los costos que acarrean el tener felinos por mascotas: Chao tapizado impecable de sillones, cortinas y almohadones. Más vale olvidarse de un departamento inmaculadamente blanco. Las que me conocen bien podían predecir un fracaso rotundo, básicamente por mi obsesiva compulsión hacia la limpieza y el orden. Y que hablar de las restricciones a la libertad. “Oye con lo que les gusta viajar a ustedes, tener el animalito que sea va a ser un verdadero cacho en sus planes”.

Repasé todas y cada una de las visiones, intentando retener las más realistas. Si pensamos viajar a mitad de año, cómo nos arreglaríamos. Sin embargo, nada más entrar al departamento de mi amiga para que todas las palabras se las llevara el viento. En cuanto la vi no pude evitar alzarla y sentir que me derretía con su calorcito suave. Era considerablemente más pequeñita de lo que parecía en las fotos: -“Si parece una lauchita gris”- pensé. Jugamos un poco y media hora bastó para que me decidiera dar el paso… Bueno, en realidad fueron cinco minutos, lo reconozco.

Acordamos pasar a buscarla al otro día, así mi amiga se despedía de la que había sido su compañera por casi un año y yo compraba lo que hiciera falta. Al final, tenía más equipaje que yo cuando me fui a vivir a Estados Unidos. Entre sus juegos, casita, baño y ropa, hicimos una mudanza completa.

Lo terrible fue llegar y comprobar al minuto 1 que mientras me daba vuelta para llenarle su pocillo con agua, la gata había desaparecido. Después de revolver la casa por todas partes y de parecer una loca gritándole a mi esposo que revolviera bien las plantas… apareció. Se había ido por la terraza hacia la casa de la vecina de al lado. Sentí cómo el miedo ensombrecía toda mi determinación, para dar paso a una montaña de dudas y cuestionamientos. Y es que su desaparición me disparó mis más terribles juicios ¡Cómo va a ser posible que no sea capaz de hacerme cargo de un simple gato!

Le confesé a mi esposo de que no me sentía capacitada y que al día siguiente se la devolvería a mi amiga. Esa noche casi no dormí. A la mañana siguiente me desperté con el animalito hecho una pelotita a mis pies. Nos miramos por un rato. Me levanté a llenar sus pocillos con agua y el alimento especial. Mientras comía lentamente la observaba. Al terminar, se enroscó sobre mis piernas y así permaneció quietecita hasta que terminé de leer el diario y las revistas dominicales. No podría especificar qué fue pero algo especial ocurrió a partir de ese momento.

Durante esa misma mañana contacté a una empresa especializada en la instalación de mallas protectoras para terrazas que atendía las 24 horas y para cuando Andrés se levantó, ya mi angustia había aplacado dando un espacio de nuevas posibilidades insospechadas para mí. Y hoy no me arrepiento ni por un segundo. Es más a veces intento imaginar cómo sería el estar sola en mi departamento mientras mi pareja está tan lejos, por ejemplo. Y me cuesta. Ella se ha ganado un espacio en mi casa, mi vida y mi corazón.

Agradezco al universo por haberme dado la valentía que requiere fluir con la vida. Puede que alguien le parezca insignificante pero este simple hecho, para mí ha tenido profundas repercusiones. Me ha ayudado a flexibilizar mis propios estándares de orden y espacios, he podido comprobar que no pasa nada si se queda sola en la casa, que la limpieza se mantiene y que no era cierto que son animales ariscos e interesados ¡por el contrario! Es enferma de regalona, siempre me sale a recibir cuando llego, me hace acrobacias y piruetas mortales en el aire, se me acurruca mientras escribo, atrapa las fastidiosas polillas que me asustan cuando atolondradas entran por la terraza durante la noche y me sigue a todas partes como si fuera mi sombra.

Quien sabe acerca del espacio afectivo ocupado por una mascota, podrá entender lo que me está pasando hoy. Para algunos serán sus perros, caballos, canarios o incluso sus plantas. El compartir parte de mi mundo con estos pequeños seres que entregan tantas lecciones de amor no tiene precio. Ni siquiera el tapiz o los cojines valen una centésima parte de lo que te puedes llegar a enriquecer. Cuánto entiendo ahora a mis amigos veterinarios o admiro a quienes son capaces de olvidar sus propios asuntos por un momento y ayudar a encontrarle hogar a cuanto cachorrito callejero deambula por las calles capitalinas.

Para mí, de eso se está tratando la vida. De aceptarla como se nos va presentando, con apertura y osadía. Desafiar nuestros temores e ir más allá. Y qué mejor regalo que descubrirte riendo en mitad de la noche porque me ha despertado de un salto a mi cara mientras dormía profundamente. O tolerar que se me suba literalmente a la cabeza mientras leo o acostumbrarme a su ronronear como si fuera el motor de una avioneta que se activa en modo sueño después de las 10 PM. Si alguien me lo hubiese contado jamás de los jamases lo habría creído. Por este y otros motivos más, sólo puedo decir “gracias”. De no haber sido por mi amiga y por mi desobediencia, no sé si habría podido remover algún día mis juicios sobre si soy o no soy capaz de hacerme cargo de un animalito tan desconocido como lo era un gato y más aún, disfrutar así a concho de su compañía.

En este sentido el gato puede ser visto como un símbolo. ¿Cuántos “gatos” he dejado pasar en mi vida por temor, comodidad o la razón que sea?

¡Bienvenidos los cambios! ¡Que la vida nos sorprenda para abrazar a lo desconocido! Y mucho cuidadito con esta declaración, porque se cumple. Lo comprobé. Con el tiempo he aprendido que todo lo que decimos desde el corazón, incluyendo los sueños, se cumplen.

Buenas noches. Me despido desde mi computador con la Cali encima, viendo como teclean mis dedos rápidos, acechándolos hasta que intenta agarrarlos con ambas patitas… pensará que estoy jugando... Y un poco sí…

6 comentarios:

  1. Me encanto!!!!
    Las mascotas son lo más.

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  2. que linda columna La Cali es una ternura!, te hará muy feliz

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    1. Solo tengo palabras de agradecimiento linda! Que vivan los desafíos y lo desconocido. Beso grande =)

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  3. Buena historia!!! Me hace pensar en la importancia que tienen estos seres en la vida de las personas. Para mi que estoy en el nido vacío es mi compañía y alegría tb

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