jueves, 4 de febrero de 2016

Certificado médico: Eximida de hacer deportes


Rp. CERTIFICADO
"El médico pediatra que remite,
certifica que Victoria Valenzuela Mazzocchi
tiene ASMA BRONQUIAL por ejercicio,
por lo que solicito NO EVALUAR
pruebas de resistencia o carreras
de más de 3 minutos".

Principios de marzo de 1990. Cuarto básico y celebraba en silencio el verdadero tesoro que llevaba en la mochila. La misma que cargué abrazada durante todo el trayecto, viajando en “liebre” escolar rumbo al colegio. Cada tanto metía la mano como para comprobar que estuviera efectivamente ahí… Y sí… Ahí permanecía plegado en cuatro y ubicado prolijamente dentro de la agenda, tal como la había guardado antes de partir. No se me fuera a estropear -o peor aún- extraviar el bendito certificado médico que me eximiría por fin del calvario de educación física... Si ya hasta el nombre de la asignatura me generaba angustia.

Sólo así recuperaría la alegría de los lunes, martes y miércoles ¡Sobre todo los miércoles! Porque precisamente ese día, mi colegio imponía las llamadas “mañanas deportivas” para todos los alumnos sin excepción que cursaban de primero a cuarto básico. Los lugares eran siempre los mismos: las canchas del Alejo Barrios en el cerro de Playa Ancha en Valparaíso o el estadio Sausalito de Viña del Mar. Para mí la experiencia era un verdadero suplicio. Es más, creo que los hombres y específicamente del tipo “peloteros” eran los únicos que disfrutaban la jornada porque al final todo se resumía en una gran “pichanga” en donde el foco de atención de los profesores se dirigía hacia la pelota. El resto de las niñas o los niños que no se sumaban, deambulaban toda la mañana "peluseando" de aquí para allá, haciendo guerra de barro, tirándose piedras, adoptando a perritos perdidos o jugando al semáforo en el mejor de los casos. A veces nos divertíamos y otras nos aburríamos como soberanas ostras. Sin embargo, poco importaba esto porque como fuera, había que esperar hasta las 2:00 PM para retornar en la chatarrienta micro, con fatiga y soportando los olores propios de los compañeros que habían sudado toda la mañana por derrotar al equipo contrincante.

Así es que "Adiós Educación Física, fue un disgusto conocerte". Prefería estudiar primeros auxilios para rendir las pruebas teóricas hasta cuarto medio, antes que volver a la cancha. Al menos quizás de algo me serviría algún día. Mientras me acercaba más y más al colegio, sonreía de sólo pensar en lo que haría con todo el tiempo libre que tendría de aquí en más. Libertad y felicidad. Ya no más burlas de mis compañeros por correr lento, por tenerle miedo a la pelota y no tener la destreza para "achuntarle" a la aro del basquetbol, al arco del futbol o traspasar la malla en voleybol. Porque con una mano en el corazón y siendo bien honesta, era malísima con todo lo referente a cualquier destreza física. A tal punto que no daba lo mismo qué equipo me tocara o en qué posición ubicarme porque conmigo nunca se sabía… si hasta siendo defensa me había convertido en la temible de los autogoles. 

Menos mal que tenía otras habilidades, como el arte y el área humanista, ya que con esto mejoraba mi promedio de notas que se veía evidentemente perjudicado con las calificaciones en deporte y de paso, compensaba en algo mi esfera social después de lo estigmatizante que puede ser para un niño el ser "negado" para el deporte. Bien es sabido que la autoestima se forja durante la infancia, amparándose en gran medida sobre las destrezas y la relación con el cuerpo. Los chicos más exitosos en el colegio en término de popularidad, ganar aceptación o capacidad de generar redes sociales, son precisamente aquellos que se destacan por sus habilidades deportivas y por ende se encuentran en buena forma. Además ganan infinitamente en competencias como liderazgo, compañerismo y trabajo en equipo.

Los años pasaron, salí del colegio totalmente eximida, me titulé de una carrera por supuesto que humanista y fui siguiendo todos los pasos esperados para una mujer promedio como yo. Y a pesar de que modestamente creo que me fue bien, continuaba con esta sensación de fracaso personal. Con envidia miraba desde la ventanilla de mi auto a esos típicos corredores que se toman las calles de la ciudad, pensando en que si tendrían algo mejor que hacer con sus vidas o preguntándome si trabajarían, mientras yo al igual que millones de ciudadanos más, permanecíamos atorados en un fastidioso taco, tratando de trasladarnos desde un punto de la capital a otro, rumbo a la oficina.

Fue a propósito de un programa de coaching ontológico en el que me hice consciente de la mala relación que tenía con mi cuerpo. Francamente ni lo registraba, fumaba, me alimentaba mal, bebía socialmente, dormía poco y sobre todo, llevaba una vida 100% sedentaria… en otras palabras un estilo semejante a una larva. Con todo, constaté por primera vez que realmente no me quería tanto como pensaba y necesité apoyo real para poder desafiar los juicios sobre mí que durante años fue tejiendo: “soy perezosa, soy inconstante… etc, etc”. Para más remate, ya a esas alturas había asumido mi condición de infertilidad, con lo cual tenía un motivo más para estar enojada con mi cuerpo. 

En medio de este remezón, decidí cambiar mi vida. Si bien, no podía cambiar mi diagnóstico, sí podía reconciliarme conmigo. Era algo que lo necesitaba, que me lo estaba debiendo hacía mucho tiempo. Para impulsarme decidí ponerme una meta de largo plazo que fuese desafiante y que sin dudas representara un hito digno de orgullo personal: correr mi primer maratón. Como era de esperar, salvo un par de personas, mi círculo cercano jamás se lo tomó muy en serio. Mi padre me advertía con preocupación: "Victoria, eres una Valenzuela y punto. Somos todos alfeñiques para el deporte: tus tíos, primos, abuelos... Está en nuestra genética y no podemos hacer nada para cambiarlo ¿O acaso quieres terminar con un infarto al corazón? Olvídate de correr y ponte a estudiar si quieres hacer algo.

Ese era el escenario. Es más a ratos ni yo misma me lo creía y pensaba en un objetivo más cercano como mis primeros 5K en vez de 42K para no desmotivarme de ver la cima tan lejos.  

Pero como sea, ya estaba decidido y recuerdo que el día escogido para partir fue una mañana de julio del 2013, precisamente la más fría del año. El termómetro marcaba un par de grados bajo cero y yo corría por el parque bicentenario con unas zapatillas Converse de lona, gorro, bufanda, parka de pluma y un buso horroroso que más bien parecía pijama. Y aunque jamás lo hubiera podido imaginar si quiera, ese fue el comienzo de una nueva vida.

Hechos milagrosos y actos voluntarios comenzaron a ocurrir: dejé de fumar definitivamente sin recaídas, comencé a desarrollar lentamente capacidad aeróbica y comencé a enamorarme de los momentos en que salía a correr. Disfrutaba inmensamente los atardeceres, ver caer el sol y perderse entre los edificios y sobre todo estar en silencio. Quizás alguien más docto podría corregirme pero descubrí una especie de meditación en movimiento. Por primera vez lograba conectar con mi cuerpo, sentir las pulsaciones, la respiración más intensa, la tensión sobre el cuello y la espalda… Todo en su conjunto.

Para sostener aún más el inicio a una vida más saludable, decidí lo que antes hubiese sido una pérdida de tiempo y plata: inscribirme a un gimnasio. Y a pesar de que me costó adaptarme al estilo, las personas y al trabajo que se realiza ahí, en unos meses ya podía moverme más cómodamente.

Evidentemente tuve que enfrentarme con temores internos y sobreponerme al juicio de los demás. Recuerdo que un profesor en el gimnasio me dijo:

-         ¨Victoria. Es muy difícil que lo consigas ¡Tú comenzaste 30 años tarde!"

Menos mal nunca le hice caso, más allá de reírnos un buen rato por su desalentador veredicto. Así es que hoy puedo decir que con perseverancia y aceptación de mis limitaciones tanto físicas como mentales, pude lograr mi sueño que fue terminar mi primer maratón y con ellas dejar atrás mi pasado de desaciertos deportivos escolares y frustración con mi cuerpo.

Durante mi nuevo camino, he podido cosechar nuevas amistades y experiencias maravillosas como subir cerros los fines de semana. Sin embargo, tengo que reconocer que lejos mi mayor aprendizaje es sentir que “sí soy capaz” y ya no hay nada ni nadie que pueda convencerme de lo contrario ;-)

11 comentarios:

  1. Muchas ganas de superarse!una vez escuché que uno nunca sabe de lo que es capaz hasta q lo intenta. Bien!!

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    1. Tal cual... nada se pierde, por el contrario. Aunque el resultado no sea el que se esperaba, siempre quedará la experiencia de aprendizaje en nuestra memoria emotiva y corporal.

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  2. Muchas ganas de superarse!una vez escuché que uno nunca sabe de lo que es capaz hasta q lo intenta. Bien!!

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  3. Una prueba fehacientede de que cuando uno quiere, puede. Venciendo creencias heredadas y descubriendose que la fuerza esta adentro y no es externa. Lo primero es la libertad y la independencia interior.vamooooooos

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  4. Una prueba fehacientede de que cuando uno quiere, puede. Venciendo creencias heredadas y descubriendose que la fuerza esta adentro y no es externa. Lo primero es la libertad y la independencia interior.vamooooooos

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    1. Ciertamente! Trabajo interior de autoconocimiento y desenvolvimiento <3

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  5. Querida Victoria, eres una luchadora y en esa pelea que das por superarte tu voluntad es admirable. Lo leí dos veces. Me gustó mucho. Cariños.

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  6. Querida Lavitos te cuento que me emociono leerte. Te considero un ejemplo de superación. Tal vez lo más difícil es sobreponerse al juicio de los más cercanos... Eres una luchadora.

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  7. Me siento totalmente identificada contigo. Desde chica sufría lo mismo, soy asmática. Le tenía terror a correr o hacer cualquier deporte que incluía correr. Los hacia igual y sufri siempre. Ahora (30 años después) me pasó lo mismo que a ti. Sintiendo un cierto asco conmigo mismo miraba a las personas que salian a trotar al parque con envidia. Los miraba pensando que ellos ya lo tenían todo solucionado. Y bueno, tratando de superar lo eventos del ultimo año, yo tambien quería sentir que lo tenia todo solucionado. Ahora salgo a trotar un par de veces a la semana y me inscribi al maraton de Stgo. Lo que mas rescato de todo esto es que esta todo en tu cabeza. Mientras corría me decia "uff, no puedo"... pero me di cuenta que ya lo estaba haciendo! Si puedo! Si se puede!

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  8. Daniela, hola. Realmente te felicito por el tremendo paso que diste y no sabes cómo te entiendo cuando dices que la principal conquista es la mental. Los juicios hacia nosotros mismos pueden llegar a ser nuestros peores enemigos. Bien bonita!

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