miércoles, 29 de junio de 2016

Chile entero late con un rojo corazón


Todos tenemos parientes, tenemos.
Todos por algo lloramos, lloramos.
Somos de una vida corta, sabemos.
Todos siempre nos buscamos.
Amamos, Lloramos.

Piero.


Es y no es casualidad que cite al notable cantautor Argentino para comenzar el post de hoy. Ciertamente que la poesía contenida en las letras de sus temas me llegan al alma. Así como lo que ahora les voy a contar, que también me llegó al alma.

Pocas veces he tenido el sentimiento de patriotismo tan fuerte como el vivido estas semanas, a propósito de la Copa Centenario de América que justamente se organizó en Estados Unidos, como conmemoración del centenario del primer torneo americano de fútbol. Así es que mientras en Europa se disputan el trofeo, también en nuestro continente un número importante de países se sumaron al campeonato para ser coronados como los mejores de América.

A pesar de que yo me declaraba una simpatizante pero no fanática del fútbol, fui por primera vez a un partido de la selección nacional con la expectativa de pasar un rato divertido y por supuesto, gritar por nuestro país. Y no pude parar. Con mochila en mano, me embarqué en cada viaje para seguir a la selección de mi país y estar presente en cada uno de los partidos. No importaba si era en el último asiento de la galería, lo único que me bastaba era estar ahí, con mi gente.

Sin dudas que cada fecha fue una fiesta digna de recordación. Más allá de todo ­–incluso del resultado­­- qué lindo era sentir que un trocito de mi tierra venía hasta el otro lado del continente. Era mi país: con su comercio ambulante, sus choripanes y las parrillas de carne que se instalaban en los estacionamientos, semejando una gran fonda nacional (la misma que se celebra el 18 de septiembre para las fiestas patrias). Tal era la alegría que se vivía en las afueras del estadio que casi daban ganas de quedarse compartiendo con la cantidad de personas que llegaban provenientes de diferentes lugares del mundo hasta acá. Denominador común: la tierra.

Otra cosa era la realidad que se vivía adentro del recinto, ya que más bien parecía una fiesta animada por un DJ quien pinchaba temas “poperos” y los camarógrafos que iban iluminando cada realidad por todos los rincones de las multitudinarias graderías. Las personas al verse en la pantalla, se reían conmovidas mientras flameaban las banderas tricolores. Con cada triunfo obtenido, fue expandiéndose una especie de ola de orgullo nacional, que se hizo imparable. El país completo se daba vuelta a mirar en una mezcla de asombro y orgullo, lo que estaba ocurriendo al otro extremo del mundo.

Quizás el hecho de estar viviendo lejos (acá en Estados Unidos) hizo que floreciera con más fuerza que nunca, el orgullo por mi nacionalidad, mi identidad y el sentido de pertenencia. Ciertamente entoné el himno nacional con una mano en el pecho y con más fuerza que nunca. Canté como si fuera la mejor de las soprano ­-para desdicha de los que me rodeaban­- pero nada importaba porque todos los compatriotas estábamos igualmente al borde de las lágrimas. Sobre todo cuando cesaba la música y los chilenos presentes en el estadio, continuábamos hasta terminar la última frase del himno “a capella”, luchando por mantener la voz y no sucumbir a la pifias de nuestros contrincantes. Para mí como para la gran mayoría, estos son uno de los momentos más conmovedores de todos los partidos.

Cómo no continuar mi gira si todo ocurría acá mismo ¡Es que no podía! A pesar de volver cansada y decidida de que cada fecha sería la última, los días previos al próximo partido me bajaba una ansiedad que me podía y terminaba con los pasajes y el ticket en el bolsillo. Así es que por vía aérea o terrestre, fui siguiendo a la selección que jugó en Philadelphia, California, Chicago y Nueva York. En una oportunidad tuve que dormir en el aeropuerto, recostada sobre tres sillas y con el cuello más torcido que una “S”. ¡Cuándo había soñado con verme así!... Una “groupie” del fútbol.

Durante cada partido, alenté con ovaciones típicas de las “barras” a los jugadores, permaneciendo prácticamente de pie en los dos tiempos.  Y ahora que todo ha concluido, no me arrepiento. Por el contrario, agradezco haber tenido los medios y el tiempo para estar presente porque la experiencia fue única. Desde el comienzo, cuando no se respiraba mucho optimismo, hasta el momento de ver que tu equipo levantaba la copa en medio de las ovaciones y los fuegos artificiales.

Así es que todo esfuerzo fue recompensado no sólo por ver a los jugadores dejando todo en la cancha, sino que encontrarse con compatriotas de todo el mundo que llegaban a estos encuentros como guiados por una luz de esperanza. Chilenos que al igual que yo, escondían una historia particular que llena de nostalgia: algunos no volvieron después de la dictadura militar que se vivió en mi país entre las décadas de los ´70 y ´80; otros llegaron buscando mejores condiciones laborales que las Chile le ofrecía; otros como salida a una separación… En fin… Miles de experiencias que parecían disolverse en el mar de emociones que nos embargaron durante estas semanas.

Pienso en Felipe que hoy a sus 29 años, está emprendiendo un negocio de arriendo de camiones en Florida, que no duerme por resolver diversas situaciones y que no hay domingo que pueda descansar completamente porque siempre ocurre una contingencia que atender. Me habla de lo cuesta arriba que se le hace lidiar con el rubro, las diferencias educacionales y culturales que tiene que enfrentar para sacar su proyecto adelante, además del riesgo de ver su inversión sumergida hasta el fondo en esta apuesta. También recuerdo a Carlos, residente en California hace más de 20 años y que armó una empresa de fabricación e implementación de rejas. Y así hay muchos otros, Juan de Pensilvania, Diego de Sao Paulo, Martín de Santiago, por mencionar a algunos. La gran mayoría con el corazón divido entre Chile y Estados Unidos. Cada uno gritó tan fuerte como le dieron los pulmones y cuando salimos campeones, lloramos de alegría.

“30 años que no voy a mi país. Viejito, no puedo creer lo que estoy viviendo hoy día.”

Relatos como estos me confirmaban una vez más quién soy y de dónde vengo. Conectarme con mi país, allá tan perdido hacia el final del mundo y que por su extrema geografía, ha aprendido a resistir estoicamente a las envestidas de la naturaleza, sobre todo sísmicas, oceánicas y volcánicas. Pienso en la historia nacional. Cómo nuestros ancestros han dejado una huella en quiénes somos cada uno de nosotros, de la misma manera que la cultura permea nuestras concepciones. Cómo explicar por ejemplo la capacidad de adaptación que con la historia hemos aprendido a desarrollar, para levantarnos una y otra vez de la desgracia. Terremotos, maremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, incendios y tantos otros quiebres que han permitido llevarnos como cultura a un extremo para levantarnos con más garra que nunca. En nuestro caso, esa mezcla entre el español colonizador y el guerrero Lonco que resiste la conquista hasta el día de hoy.

Siento que así es nuestra identidad colectiva, como país. Chile.

Pienso en ti, en tu historia. También pienso en la mía, por qué no decirlo y la de tantas personas conocidas, como héroes anónimos que han sacado fuerzas insospechadas para pararse , reinventarse y salir adelante. Abrazar los sueños, de eso se trata.

Para mi que esa garra viene de la tierra, de nuestras raíces, de la sangre mapuche que corre por nuestras venas.


Somos el único país que no pudieron conquistar. El único de de toda américa. Porque la realidad es que el resto fue arrasado por Europa. Y lo cierto es que hasta el día de hoy están en guerra en la llamada “zona de conflicto” y no van a descansar hasta que se les devuelva lo que sienten que les pertenece. Y cuando pienso en personas como tú y en otras más, me conecto con ese arquetipo: El Guerrero. 

domingo, 12 de junio de 2016

La vita è bella


Prima querida, más que decir feliz cumpleaños
Quería desearte un feliz viaje,
Que al menos uno o la suma de todas tus travesías
Te lleve al lugar de paz que toda alma anhela.
Espero sinceramente que al final del camino,
Logres ver el sentido profundo y perfecto de las partes del todo.
Un abrazo en la distancia

Carolina Valenzuela


Leo su mensaje que me cala directamente el corazón. Qué sabiduría contienen sus palabras. Y a pesar que ya son más de diez años que no la veo y que con dolor siento que nos hayamos distanciado, recibir su mensaje por Messenger con motivo de nuestros cumpleaños, es la comprobación máxima de que me conoce bien. Sabe quién soy, mi dolor narciso, mis susceptibilidades y también mis luces.

El domingo se cumplieron 35 años desde que nací y al mirar hacia atrás, ya se hace considerable el sendero por el que vengo caminando todo este tiempo. Puertas que cerré, oportunidades que perdí, otras tantas que dejé pasar como las fugaces vistas fotográficas de los caminos que se forman entre los viñedos y que se pierden cuando avanzas en un auto a gran velocidad. También miro los aprendizajes que gané… En fin, un millón de cosas que hacen la persona que soy hoy.

A pesar de que mis amigos y el círculo de mi gente que me rodea, me reafirma que aún soy joven y que la edad es un simple número, yo siento que comienzo a abrazar la juventud más ligera que he conocido hasta ahora. Y cuando digo abrazar es en despedida e infinita gratitud. Esto no significa que me sienta vieja ni mucho menos, pero hay una serie de cambios que he comenzado a experimentar hace un tiempo y que antes caían en la indiferencia.
Quizás a nivel físico no se note o por lo menos no tanto, pero a nivel psicológico me siento más determinada y con una fuerza que antes no conocía. Como funcionando en “modo resolución” para definir un montón de cuestiones que antes las mantenía más en el limbo, sin prisas. Por ahí lo dejaba en manos del tiempo porque en “el futuro” se iría viendo. Bueno a eso me refiero… ese “futuro” que antes veía tan lejos, de pronto se vino al presente. Y la consecuencia principal es tener la consciencia de que si quiero hacer algo, tiene que ser ahora. Sino, lo suelto como camino posible para mi y me olvido. Ejemplos de esto es pensar qué cosas siempre quise para mi vida –aprender inglés, italiano, enfocarme en mis proyectos literarios, viajar y mantenerme en forma– y luego priorizarlas para no perder el foco en el paisaje de las variedades.
Con el tiempo he aprendido de mis amigos emprendedores, a quienes admiro mucho (y pienso especialmente en uno) que en silencio trabajan como hormigas en sus proyectos y que sólo cuando ya tienen todo listo, los abren y los comunican. Bueno, no sé si pueda en algún momento quedarme mucho tiempo callada porque tengo una fuerza en mí que me impulsa a compartir las cosas –buenas y malas– que voy viviendo. Pero inspirada por el ejemplo de muchos, es que estoy resolviendo tantas cuestiones (algunas en silencio y otras no) que siempre había anhelado. Una de ellas claramente es estar viviendo afuera de mi país para ver la vida desde una perspectiva más amplia, agradecer por aquello que tenía allá y que hoy cobra un valor trascendental; así como también, soltar lo que hoy ya no encuentra lugar en mi nuevo mundo.
Otro tema pendiente que hoy estoy concretando es aprender nuevos idiomas. Es por ello que hace un tiempo comencé las clases de “italiano para principiante” y la verdad es que ha sido una experiencia maravillosa. Primero porque los participantes somos muy diversos en edades, estilos y nacionalidades. Segundo, porque curiosamente estar aprendiendo un tercer idioma en una lengua que no es la materna –en este caso español como idioma primario– hace que el segundo (inglés) se fortalezca y no se pierda por entrar en discordia con el nuevo idioma (italiano) –Y que es el fenómeno que frecuentemente ocurre al aprender la tercera lengua–. Me cuesta un poco explicarlo pero si la profesora o en este caso la “insegnante”, habla en inglés como sustento para explicarlo todo, automáticamente tu cerebro comienza a depender de una manera no tan directa o atenta al inglés, para poder abrirle paso a la incorporación del italiano. Así es que me siento feliz por este descubrimiento que llegó como un regalo sin habérmelo propuesto, porque a veces lo paso mal con el inglés al no tener la fluidez que me gustaría para expresar mis ideas o compartir más con las personas que me hablan.
En la clase tenemos algunos compañeros que ya han pasado los setenta años y tienen una entusiasmo para aprender que resulta notable. Un claro ejemplo de ello lo es Carolyn, mujer proveniente de Vermont y que hoy día está cumpliendo el sueño de aprender el italiano. Ella no habla mucho, solo se ríe. Cuando tuvo que presentarse –un poco divertida y otro poco con vergüenza– nos confesó que no tiene antepasados italianos y no llegó a conocer ese país sino hasta hacía muy poco. En realidad no sabe qué tiene ese idioma que desde pequeña le fascina… Sí reconoce que las canciones suenan más románticas y que escucharlas le llena el espíritu. Sin embargo, por cuestiones de crianza de sus hijos y después sus nietos, lo había dejado perdido en el estante de los sueños olvidados hasta que un día limpiando su vida, se reencontró nuevamente con él. 
Yo quisiera ser esa señora siempre. No desestimar mis sueños por mis propias limitaciones, miedos e inseguridades. Que el querer sea más que suficiente para poder y no perderme en el mar de justificaciones que me formo para explicar por qué o para qué tal cosa. Para Carolyn simplemente es y punto. Razón suficiente para hacerlo. Además, como dijo entre risas delante de toda la clase: “Ya no tengo tiempo que perder ni nada que me limite… Así es que por qué no… La Vita è Bella”.
A mi me encanta observarla y creo que su presencia basta para llenar el espacio de toda la sala. Apenas entro la busco con la mirada y como nunca falta, la reconozco de inmediato: Sentadita en las primeras filas, atenta a saludar a todos y riéndose hasta de lo que no es chistoso… No le he preguntado (y tampoco lo voy a hacer) pero yo creo que tanta alegría es de la pura felicidad de estar donde siempre quiso.


¡Non è un addio, ma un arrivecerci!

domingo, 5 de junio de 2016

Busco amig@s


Puerto Rico? Presente!
Santo Domingo? Presente!
Cuba? Presente!
México? Presente!
Sudamérica? Presente!
Centroamérica? Presente!
Puerto Ricoooooooo
Ya tú sabes

Sigan bailando mi gente (x7)

Qué es lo que quiere esa nena - El General


Acabo de regresar con una amiga de la costa de Florida y créanme que más allá de disfrutar del sol, la arena y el mar, la satisfacción más grande fue sentir que cuento con una nueva amiga, acá en los Estados Unidos.

Se trata de Camila, de nacionalidad uruguaya, recién casada con Martín quien está cursando el segundo año de un programa de magister. Coincidimos porque nuestras parejas son compañeros y a pesar de que sólo nos habíamos visto un par de veces, cuando se nos presentó la oportunidad de arrancarnos por un fin de semana, la verdad es que no lo pensamos dos veces y nos embarcamos en esta nueva aventura. La idea era dormir en el avión porque ambas estábamos agotadas (sobre todo ella, que se pasó prácticamente el día completo en el cielo al hacer Uruguay-Washington y dos horas después Washington-Carolina del Sur-Florida), pero lo cierto fue que no pudimos parar de hablar hasta llegar al destino soñado a eso de las 4 AM.

Si hubiesen podido, las personas a nuestro alrededor nos abrían lanzado desde la ventana hacia abajo -con cierta razón- porque soy consciente de que parecíamos dos cotorras insoportables que se reían y hablaban como unas desenfrenadas… Y es que así estábamos. Atoradas de ganas de expresarnos y compartir “a la manera latina” el cariño en la conexión con el otro y que muchas veces no nos damos cuenta de lo arraigado que se encuentra en la piel. Acá en Estados Unidos la diferencia ha sido abismal y sin un ánimo de cuestionar la idiosincrasia “americana”, los códigos relacionales distan mucho de los nuestros.

Por ejemplo, ella me cuenta que ya va a cumplir un año y que lamentablemente ya se dio por vencida a la ilusión de poder hacer amigos locales, como era su anhelo al momento de desembarcar a este país. Porque al igual que para la mayoría de muchos inmigrantes, el secreto (y no tan secreto) mandato social, es que sólo puede considerarse a la persona que vivió afuera, cuando ésta ha sido capaz de entablar vínculos con las personas del país. Sino, es como que nunca saliste de tu zona de confort o de aquello que siempre conociste.

Quizás el aspirar a tener más redes locales, sea una especie de fantasía de integración, pero como sea, son cuestiones que con el tiempo van pesando cuando se ven frustradas. Como si ya no fuera pesada la maleta que se carga al momento de partir, muchas personas sufren de ver que por más que se esfuerzan por romper el latino cascarón, se mantienen en un margen social que desde afuera parece casi imperceptible. Nadie lo nota porque te ves feliz en las fotos, visitas lugares nuevos, puedes estar con tu pareja… pero la verdad es que el factor común de todos nosotros es la falta de amigos.

-   Para estar sólo con latinos, me quedo en Uruguay y “ta” (ya está)– Le decía a Martín cuando le proponía ir a alguna escuela de merengue o salsa.

Pero después de haber ingresado a la compañía que la contrató como ingeniera en informática, encargada del desarrollo de aplicaciones digitales, su perspectiva cambió radicalmente. Al principio, intentaba quedar con sus compañeros a almorzar o armar algún panorama el fin de semana, pero terminó por agotarse tras recibir una tras otra declinación a sus invitaciones.

-       No sé yo no lo entiendo. Prefieren comprar algo para comer y pasarse la hora de colación sentados en sus cubículos en frente de la computadora.

A mi se me aprieta el corazón de escucharla porque al igual que ella yo sé lo que es tener una red de amigos entrañables con los cuales compartir tu mundo y un sin fin de experiencias de vida. Si yo vivo conectada a ellos, pensándolos, enviándoles mis energías aunque no hablemos todos los días. Y sé que es mutuo.

Al bajar del avión y llegar a destino, nos sentimos mucho más en sintonía. Ya me habló de su amiga María (con la que se conoció desde que estaban en la panza de sus madres), de su amiga modelo que tiene un gato al igual que ella y que está regresando de estudiar un año en Inglaterra, de su tía joven que es como una hermana más… en fin. Básicamente, de todos sus afectos.

Nada más poner un pie en Florida… ya se siente el sabor latino. Y qué maravillosa experiencia que vivimos. Además del calor natural del clima que abraza las costas de Fort Lauderdale y Miami por donde nos movimos, las personas te miran a los ojos, te sonríen y sin importar quién eres o dónde vives, abren conversaciones con la misma naturalidad que respirar o pestañar. Residentes de Puerto Rico, Cuba, Colombia, Venezuela, Costa Rica y toda américa sabrosa nos abrazaron durante este fin de semana para recordarnos que la vida es maravillosa y que nuestra identidad es así. Fue una confirmación y una validación a nuestra idiosincrasia y raíces. Sobre todo agradecer en el alma el carácter y la manera de ser que tenemos: expresivos, con mil amigos y “de piel”.

Son muchas las imágenes se me pasan por la cabeza al recordar ese fin de semana inolvidable, como cuando me maquilló al Kardashian style para ir a una fiesta y que durante la fiesta tuvimos que arrancar de todos los ancianos de más de 70 años que nos perseguían para invitarnos un trago. O cuando arrendamos un auto y que casi nos chocan por ir gritando (porque no era canto) el último disco de la Beyoncé. Y es que al intentar cambiarme de pista, no vi el auto que se me venía encima por el punto ciego del retrovisor.

Eso era exactamente lo que buscábamos sin declararlo abiertamente. Ahí tuvimos la respuesta. Después del primer día, sólo fue disfrute. Porque en definitiva, nos reconectamos con quiénes somos y qué necesitamos. Yo creo que esa es una gran revelación que libera el alma.

Hoy Cami está regresando de lo que fue su primera visita a su país después de haber partido y se da cuenta del profundo impacto que esta experiencia le ha significado para su vida. Y a pesar de que sufre porque al igual que yo se siente sola, la enseñanza más grande es constatar en la piel que sus amigos están y seguirán estando para siempre. Durante la semana que estuvo en Uruguay, salieron de baile, tomaron mates y abrieron conversaciones entrañables. Quizás eso era lo que también fue a buscar para poder cerrar en paz lo que había quedado abierto y sin sanar cuando se embarcó en esta aventura. Porque a diferencia de la última vez que dejó su país, llena de lágrimas y  cuestionamientos por la pérdida de sus afectos… Hoy se da cuenta que los vínculos que construyó durante su vida, son indestructibles. Al igual que yo con los míos.


Puede que ahora queramos tener más amigos y redes de contención, pero sabemos que ES ESO y que quizás tome más o menos tiempo, pero tarde o temprano llegará. En mi caso personal cuento con Deneb, mi preciosa amiga cubana y ahora con Cami. Y me siento muy feliz por saber que están a mi lado para acompañarnos en esta nueva etapa.