martes, 5 de enero de 2016

Arrancarse la piel de la serpiente: Renacer a un nuevo año



Primer domingo post año nuevo. Cientos de personas retornando a sus ciudades de residencia, tráfico en las rutas de norte a sur que unen a Santiago de Chile. Sensación generalizada de cansancio físico y emocional, tras días de intensa celebración junto al mar, la ciudad o en el campo con amigos y seres queridos.

Me espera una ruta 5 norte atestada de vehículos, sobre todo en los peajes de Casablanca y Lo Prado. Pero es parte del conocido costo de venir a desconectarse junto a la costa de la V región, escuchar las gaviotas y respirar aire marino, mientras se corre por la recta Las Salinas hasta Reñaca, ida y vuelta. Por lo menos este fue mi mejor panorama cada atardecer de los cinco días que pasé en mi ciudad natal.

Antes de partir, me junto con una amiga entrañable que tengo desde mi época de viñamarina. El lugar del encuentro es un café ubicado justo en el centro de la tradicional plaza casino, aquella que se resiste a desprenderse de los tradicionales paseos en “Victoria“ y los arriendos de bicicletas para dar la vuelta por la rocosa Av. Perú, pasando por la plaza de las tortas, hasta retornar por la Av. San Martín y el estero Marga – Marga. Un trayecto que cruza el corazón de la ciudad jardín, entre añosas palmeras y tradicionales caserones de arquitectura francesa que se asoman desde lo alto del cerro castillo.

Nada más al sentarnos, sentimos una especie de vértigo que nos azotó por lo sub-realista de la situación. Años sin vernos pero al mismo tiempo con una continuidad que solo las redes sociales pueden generar: esa cotidianeidad virtual. Claramente no es lo mismo y estar sentada una al frente de la otra es la comprobación absoluta de que pese a que ha pasado el tiempo, somos en esencia las mismas locas unidas por un indestructible vínculo que nos sostiene pese a la distancia.

Ya han pasado más de tres años desde que se embarcó a Italia junto con su familia y yo, seis escasos meses desde que vivo en Washington DC. Sin embargo, el universo confluyó para que nos encontráramos y pudiéramos hacer un repaso de lo que ha sido este último tiempo, lejos de nuestro país. Sin duda que ha sido duro, nuevos rostros, costumbres, idiomas y un código cultural tan distinto a la idiosincrasia chilensis. Yo por mi parte le hablo de las cosas que he aprendido de mi y de mi pareja viviendo solos afuera. Comparto lo mucho que me gustan los barrios, la multiculturalidad y la posibilidad de conocer nuevos lugares. No dejo afuera lo cuesta arriba que se me ha hecho el aprender el inglés o tolerar las temperaturas bajo cero que a partir de noviembre se apoderaron del termómetro en la costa este de norte américa.

Pese a todo, nos felicitamos mutuamente por los cambios radicales que nos atrevimos a hacer, ya caminando la tercera década de vida. Ella renunció a la oficina de arquitectura para dar un vuelco hacia la fotografía, su mayor pasión desde que estudiaba. Le ha ido bastante bien y a pesar de que el sueldo ni se compara todavía a lo que ganaba en el oficina, se levanta cada mañana con más energía que nunca y se acuesta con la sensación de haber puesto en marcha su talento artístico.

Yo me retiré del mundo corporativo que como psicóloga organizacional venía desarrollando por más de diez años. Y todo por comenzar a escribir… ¡Qué locura! Sin redes o mayor escuela que la de ser una lectora empedernida, tomé la determinación de poner punto final a mi rutina de oficina y dar curso a lo que por años fue mi sueño oculto.

Hace sólo algunos días que lo hice público. Quería despedir el 2015 con reconocer mi deseo convertirme en escritora y anuncié  a través de Facebook que entregaba mi primera novela a un concurso. Más allá de lo que ocurra en materia editorial, el valor fue la declaración pública que para mi fue equivalente a saltar al vacío. Lo digo y ya no hay vuelta atrás… Todavía se me aprieta la guata de pudor por semejante atrevimiento, sobre todo al pensar en mis amigos periodistas y gente de letras que llevan años de circo publicando.

Nos reímos con mi amiga cuando le hablo de mis noches de desvelo o los fantasmas que me boicotean al oído constantemente con preguntas tales como: ¿Oye y quién te crees que eres? ¿No sabes que para escribir se necesita xxx? ¡Déjate de locuras y vuelve a trabajar! Ella sabe lo controladora y perfeccionista que soy. Así es que no necesita mayor detalle para estallar en sonoras carcajadas por mis absurdos temores. Me hace bien que los ridiculice un poco. Así le quita gravedad y me enfrenta con mis sombras.

Como sea, ambas hemos iniciado un camino pasado los 30 y debimos renunciar a aquello que sabíamos hacer, a lo que sí estábamos confirmadas socialmente porque teníamos los créditos suficientes. Y todo por una apuesta. Nada de certezas, solo ilusiones y la convicción de que si no seguíamos esta voz interior, la sensación de fracaso nos acompañaría por siempre.

Ahora que nos encontramos abriendo las puertas al 2016, me parece oportuno el detenerse y preguntarse sobre si se es feliz con el camino elegido. Tal como la serpiente que tiene que atravesar por el complejo y doloroso proceso de cambiar su piel, la invitación que hago es a detenernos por un momento para constatar cómo estamos. Quizás sea tiempo de atrevernos a renovar nuestra piel para aprender y sorprendernos con nuevas posibilidades.

3 comentarios:

  1. Qué Bueno Victoria! Me voy a suscribir, quiero seguir leyéndote!! Un abrazo, me encantó!!

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  2. Nice work! Thanks for sharing :)

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  3. Te felicito. Interesante mirada sobre un tema tan importante en la vida de cualquier persona.

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