Primer domingo post año nuevo. Cientos de personas retornando a sus
ciudades de residencia, tráfico en las rutas de norte a sur que unen a Santiago
de Chile. Sensación generalizada de cansancio físico y emocional, tras días de intensa
celebración junto al mar, la ciudad o en el campo con amigos y seres queridos.
Me espera una ruta 5 norte atestada de vehículos, sobre todo en los peajes
de Casablanca y Lo Prado. Pero es parte del conocido costo de venir a
desconectarse junto a la costa de la V región, escuchar las gaviotas y respirar
aire marino, mientras se corre por la recta Las Salinas hasta Reñaca, ida y
vuelta. Por lo menos este fue mi mejor panorama cada atardecer de los cinco
días que pasé en mi ciudad natal.
Antes de partir, me junto con una amiga entrañable que tengo desde mi época
de viñamarina. El lugar del encuentro es un café ubicado justo en el centro de
la tradicional plaza casino, aquella que se resiste a desprenderse de los tradicionales
paseos en “Victoria“ y los arriendos de bicicletas para dar la vuelta por la
rocosa Av. Perú, pasando por la plaza de las tortas, hasta retornar por la Av.
San Martín y el estero Marga – Marga. Un trayecto que cruza el corazón de la ciudad
jardín, entre añosas palmeras y tradicionales caserones de arquitectura
francesa que se asoman desde lo alto del cerro castillo.
Nada más al sentarnos, sentimos una especie de vértigo que nos azotó por lo
sub-realista de la situación. Años sin vernos pero al mismo tiempo con una
continuidad que solo las redes sociales pueden generar: esa cotidianeidad
virtual. Claramente no es lo mismo y estar sentada una al frente de la otra es
la comprobación absoluta de que pese a que ha pasado el tiempo, somos en
esencia las mismas locas unidas por un indestructible vínculo que nos sostiene
pese a la distancia.
Ya han pasado más de tres años desde que se embarcó a Italia junto con su
familia y yo, seis escasos meses desde que vivo en Washington DC. Sin embargo,
el universo confluyó para que nos encontráramos y pudiéramos hacer un repaso de
lo que ha sido este último tiempo, lejos de nuestro país. Sin duda que ha sido
duro, nuevos rostros, costumbres, idiomas y un código cultural tan distinto a
la idiosincrasia chilensis. Yo por mi parte le hablo de las cosas que he
aprendido de mi y de mi pareja viviendo solos afuera. Comparto lo mucho que me
gustan los barrios, la multiculturalidad y la posibilidad de conocer nuevos
lugares. No dejo afuera lo cuesta arriba que se me ha hecho el aprender el
inglés o tolerar las temperaturas bajo cero que a partir de noviembre se
apoderaron del termómetro en la costa este de norte américa.
Pese a todo, nos felicitamos mutuamente por los cambios radicales que nos
atrevimos a hacer, ya caminando la tercera década de vida. Ella renunció a la
oficina de arquitectura para dar un vuelco hacia la fotografía, su mayor pasión
desde que estudiaba. Le ha ido bastante bien y a pesar de que el sueldo ni se
compara todavía a lo que ganaba en el oficina, se levanta cada mañana con más
energía que nunca y se acuesta con la sensación de haber puesto en marcha su
talento artístico.
Yo me retiré del mundo corporativo que como psicóloga organizacional venía
desarrollando por más de diez años. Y todo por comenzar a escribir… ¡Qué
locura! Sin redes o mayor escuela que la de ser una lectora empedernida, tomé
la determinación de poner punto final a mi rutina de oficina y dar curso a lo
que por años fue mi sueño oculto.
Hace sólo algunos días que lo hice público. Quería despedir el 2015 con
reconocer mi deseo convertirme en escritora y anuncié a través de Facebook que entregaba mi primera
novela a un concurso. Más allá de lo que ocurra en materia editorial, el valor
fue la declaración pública que para mi fue equivalente a saltar al vacío. Lo
digo y ya no hay vuelta atrás… Todavía se me aprieta la guata de pudor por
semejante atrevimiento, sobre todo al pensar en mis amigos periodistas y gente
de letras que llevan años de circo publicando.
Nos reímos con mi amiga cuando le hablo de mis noches de desvelo o los
fantasmas que me boicotean al oído constantemente con preguntas tales como: ¿Oye
y quién te crees que eres? ¿No sabes que para escribir se necesita xxx? ¡Déjate
de locuras y vuelve a trabajar! Ella sabe lo controladora y perfeccionista que
soy. Así es que no necesita mayor detalle para estallar en sonoras carcajadas
por mis absurdos temores. Me hace bien que los ridiculice un poco. Así le quita
gravedad y me enfrenta con mis sombras.
Como sea, ambas hemos iniciado un camino pasado los 30 y debimos renunciar
a aquello que sabíamos hacer, a lo que sí estábamos confirmadas socialmente
porque teníamos los créditos suficientes. Y todo por una apuesta. Nada de
certezas, solo ilusiones y la convicción de que si no seguíamos esta voz
interior, la sensación de fracaso nos acompañaría por siempre.
Ahora que nos encontramos abriendo las puertas al 2016, me parece oportuno
el detenerse y preguntarse sobre si se es feliz con el camino elegido. Tal como
la serpiente que tiene que atravesar por el complejo y doloroso proceso de
cambiar su piel, la invitación que hago es a detenernos por un momento para constatar
cómo estamos. Quizás sea tiempo de atrevernos a renovar nuestra piel para
aprender y sorprendernos con nuevas posibilidades.
Qué Bueno Victoria! Me voy a suscribir, quiero seguir leyéndote!! Un abrazo, me encantó!!
ResponderBorrarNice work! Thanks for sharing :)
ResponderBorrarTe felicito. Interesante mirada sobre un tema tan importante en la vida de cualquier persona.
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