He mirado por debajo de las sillas
He mirado por debajo de las mesas
He tratado de encontrar la clave
A cincuenta millones de fábulas
Me
llaman El Buscador
The Seeker –
The Who
Desde chica siempre fui una niña muy curiosa... pero MUY. Como
para hacerse una idea, aprendí a movilizarme por mi propia cuenta a partir de
los nueve meses y ya a los pocos años parecía una verdadera araña encaramada a
los clósets en búsqueda de tesoros escondidos y millones de cosas que por alguna
razón u otra, mis padres dejaban fuera de nuestro alcance. Fue así como días
previos a la Navidad pillé todos los regalos del supuesto “viejito pascuero”
para mí y para mi hermana; que en verdad la Fedora -nuestra catita- se había
muerto y que en su lugar había una impostora igual a ella; que más vale
mantenerse alejada de los remedios y que con las perlas… no se juega.
Por más que me advertían que no hiciera esto o lo otro, era
inútil. Pese a que me caía una y otra vez, al rato volvía a levantarme para
seguir con una aventura diferente. Yo misma tenía que comprobar los hechos de
la vida, y de nada bastaban los sermones interminables de los mayores, cuando
se me había metido una idea a la cabeza. Esta curiosidad fue encontrando su
curso a través de mi avidez por realizar la mayor cantidad de experiencia, las
que generalmente no prosperaban en el tiempo. A veces, la motivación me duraba
lo que mi entusiasmo se mantuviera vivo hasta que la estructura terminara por
disolverlo completamente. Y es que todo requería de una fastidiosa disciplina y
de tiempo de dedicación: clases de piano, danza clásica, scouts, ciencias,
patinaje, bicicleta, teatro, pintura… Y aunque lo último lo desarrollé más con
el tiempo, se podría decir que picoteé un poquito por aquí y un poquito por
allá, sin profundizar en nada realmente.
A diferencia de mi hermana o de mis amigas que se iban
haciendo expertas en las actividades que desarrollaban a lo largo de los años,
conmigo no había caso. Poco a poco, me fui ganando la fama de “maestro chasquilla”
porque se podría decir que en todo me iba relativamente bien, pero nada de lo que
fuera capaz de sostener por mucho tiempo. Y fue tanto el reforzamiento de mi
“no perseverancia” que lo hice parte de mi identidad, algo que con el paso del tiempo
llegué a cuestionármelo seriamente. Entre risas mi entorno cercano concordaba: “La
Victoria nunca persevera en nada. Es igual a su tío”.
Yo celebro a esas personas que desde niños la tuvieron
siempre tan clara y que nada más fue el apoyo inicial para que comenzaran una
carrera, como impulsados mágicamente por los vientos de la pasión y el
entusiasmo.
¿Pero qué pasa cuando un niño o niña es diferente? ¿Cómo nos
enfrentamos con alguien que se orienta más a las preguntas que a las respuestas?
Y si pudiéramos hilar más fino ¿Cuánto permiso nos estamos dando hoy para ser investigadores en la vida? ¿Contra
quién nos comparamos? O ¿Quiénes son nuestros referentes?
A veces nos empecinamos por hacer que el niño termine lo que
empezó a como dé lugar. Sino, quién sabe lo que pueda ocurrirle después en la
vida adulta… Y nadie quiere a los fracasados después. Pero el tema es que cada
persona tiene sus propios ritmos y acercamiento al mundo. Hay quienes necesitan
abrir el abanico más amplio de posibilidades para luego elegir uno, dos o más
caminos a seguir. Pero muchas veces la sociedad no espera y sin importar si el
ser humano está preparado, ya nos encarrila por la vía científico o humanista, por las
artes o la ciencia o por una carrera específica. Y aunque sea cierto que
también existen los bachilleratos como alternativa, los que ingresan en este
tipo de planes de estudios saben que tienen las horas contadas para decidirse
ya que el mundo laboral demanda ciertas edades específicas según el rol que se
quiera desempeñar. Como sea, la cosa es que yo veo que siempre estamos apurados y corriendo por un sistema que nos fuerzas a encarrilarnos lo antes posible y
divagar lo menos posible. Casi como ese juego de las sillitas en las que cuando se acababa la música cada niño debía correr a sentarse sino quedaba automáticamente fuera. A mi me ponía tan nerviosa ese jueguito... Unos nervios parecidos a los que he sentido por intentar asegurarme un espacio en la vida. Por esto yo celebro sinceramente y admiro a aquellos
quienes deciden anteponer sus intereses y sueños personales y poner, por
ejemplo, sus carreras stand by para irse de viaje. Ellos se lanzan a la
aventura, pese a las incertidumbres que les plantee el mercado laboral
posteriormente. Y lo mismo se aplica para los que comienzan un emprendimiento
del tipo que sea.
Nuestra sociedad valora tanto los moldes establecidos para
el progreso. Esos mismos que frente a los ojos del mundo ya parecen tan
limitados y pasados de moda, pero que aquí aún siguen más arraigados que las
raíces de los “baobabs” sacadas del cuento El Principito. Yo lo veía a diario
en mi rol de “Head Hunter” en la consultora donde trabajaba: Si estudias la tan
ponderada ingeniería comercial (que por supuesto no da lo mismo dónde), luego
ingresas a una importante compañía multinacional que te de la plataforma para
proyectarte tanto nacional como internacionalmente, así de paso incorporas bien
el inglés… Todo cosa que a los 30 años ya puedas oler la anhelada “gerencia” en
lo que sea y con un puñado de buenos ejecutivos bajo tu cargo para que entrenes
con ellos tus habilidades de liderazgo. ¡Ah! Y por supuesto no se te vaya
ocurrir estar saltando de un trabajo a otro. Mínimo tres años de permanencia…
no vaya a ser cosa que te condenen por “inestable” o lo que sería peor aún “conflictivo
o flojo”. Si la estás pasando mal, no importa. Tienes que ser fuerte y saber aguantar.
Total, por algo te están pagando y todo lo que siembres hoy podrás cosecharlo
mañana.
Tantas veces me vi en el dilema de presentar o no a una
compañía-cliente a un excelente periodista para marketing, publicista o un
agrónomo que había desarrollado una trayectoria comercial para una posición de
ventas. Lamentablemente, la mayoría de los casos me los bajaban a todos sin
antes darse el tiempo de conocerlos. De nada les valía su potencial,
experiencia y motivación por el cargo ofrecido.
Ante este escenario, poco espacio nos va quedando para
explorar nuevos caminos y construir una carrera que realmente nos satisfaga
plenamente. ¿Se puede hacer? Por supuesto que sí. Pero hay que ser conscientes
de que en la ruta se encontrarán enemigos temibles como, por ejemplo, los
prejuicios y unas cuantas puertas que se cerrarán a causa de los mismos.
Y me da impotencia ver como se desperdicia muchas veces
tanto talento por desconocimiento o simplemente ignorancia. Ver que en otros
países se valora tanto el que una persona haya transitado por diferentes
caminos, haya trazado diferentes rutas y avanzado por direcciones diferentes
con tal de ser la persona que hoy en día es. Que alguien haya experimentado
varias veces el abrir un negocio, aunque éste haya quebrado o debido cerrar por
resultados bajo lo esperado, es de un valor digno de subrayar con destacador
amarillo o anaranjado flúor.
Si se trata de comenzar a cambiar nuestras estructuras en
pos de abrir nuevos espacios para la diversidad, pienso que el primer paso es
cuestionar lo establecido. Y este proceso pasa por la propia vida. Relativizar
nuestros criterios de selección en el sentido amplio de la palabra. Comenzar (o
continuar, según sea el caso) a explorar diferentes alternativas en la vida.
Desde las más profundas como concepciones, paradigmas, trabajo, roles, modelos
de crianza, parejas; hasta las más cotidianas como deportes, peinados, colores,
trayectos para ir y volver al trabajo… y al infinito.
Atrevámonos a romper las rutinas y los moldes…
experimentemos qué se siente. Quizás sea un primer paso para vivir la vida más
libremente y desafiar los caminos estructurados que sociedades como la chilena
te plantea para sigas sin decir ni pío. ¿Cómo será el empoderarse del sentido de la libertad y del
ser felices? ¿Por qué no probar hasta que ya no tengamos fuerzas para seguir
haciéndolo? Pienso en lo corta que es la vida y en lo fugaz del presente como
para andar conformándose con este reino grande o pequeño que hemos logrado.
Seguro de que aún estamos a tiempo de probar y más aún las
nuevas generaciones. Insto a los padres, tíos, educadores y toda la matriz que
rodea al niño a dejarlo a que explore, busque lo que realmente le gusta y no
tenga temor de abandonar si no era lo que quería. Me imagino en la posibilidad
de tener diferentes vidas en una. Matizar con todas las posibilidades que
llenen nuestra alma de plenitud y satisfacción.
Despertemos a nuestro buscador interno. Olvidémonos por un rato del temor al
fracaso y dejemos de lado esa dependencia adquirida al éxito, ya que con el tiempo no
hace más que transformarnos en una sociedad llena de exitismo, vacío y apego a
lo conocido... a lo seguro. Y para experimentar hay que cargar una mochila con
herramientas que nos ayuden transitar por las caídas y las decepciones propias
de los viajes largos. Comprobaremos que somos más fuertes de lo que pensamos y
que una vez en el piso constataremos las fuerzas para levantarnos y seguir
adelante… o sino ¿Qué más queda?
De esta manera, probablemente podamos abrir mayor espacio a
los nuevos Humbertos Maturanas, Alejandros Aravenas y Chinos Ríos…
Me hace mucho sentido la conexión con el buscador interno que cada uno lleva en sí. Escucharlo muchas veces implica moverse de la zona de confort. Es un desafío.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarAmiga te dejo este link, espero te haga tanto sentido como a mi :
Borrarhttps://www.ted.com/talks/emilie_wapnick_why_some_of_us_don_t_have_one_true_calling?language=en
Cuánto sentido me hace la mirada de esta chica amiga!! Cómo esto de sentirse un bicho raro por tener tantos intereses diferentes y disparadores internos, puede transformarse en un precioso camino a desarrollar. Gracias por el aporte, complementa la mirada 100%!!
BorrarMe impresionan tanto nuestras similitudes!!!! Vivan las multifacéticas dispersas!!!!!
ResponderBorrarSi es verdad mi querida!! Por eso es que ahora la vida nos juntó... Después de tantos años. Eso no es casualidad. Un beso!
BorrarA caminar con sentido y a seguir aprendiendo de cada nueva experiencia... "no quedarse inmóvil al borde del camino" como diría Benedetti.
ResponderBorrarA caminar con sentido y a seguir aprendiendo de cada nueva experiencia... "no quedarse inmóvil al borde del camino" como diría Benedetti.
ResponderBorrarEn una camita con consciencia... de quiénes somos y qué es lo que queremos...
Borrar;-)