Quisiera estar como tantas
veces,
Aquellas tardes de la
pereza.
El tiempo quieto la pena
lejos.
Los cigarrillos sobre la
mesa.
Charlando, tranquilos, de
cada cosa un poquito.
Charlando, tranquilos, de
cada cosa un poquito.
Carta Canción de Ketama.
Sale todos los días por la mañana a la misma hora. Decide caminar hasta la
estación de metro que se encuentra en la plaza pudiendo coger la bicicleta como
lo hiciera tantas veces, meses atrás. Pero aquel entonces ha quedado en el
pasado de unos recuerdos que sus sentimientos se resisten a soltar, por temor a
perder la nitidez que todavía conservan. Prefiere pensar que la última vez que
se subió a una de ellas, las cosas eran como antes. Entonces si lo hace ahora,
la ilusión de cercanía con aquellos días se perdería irremediablemente. Si se
concentra y entrecierra los ojos, todavía puede sentir el aroma y escuchar
aquella risa. Lo que antes era motivo de alegría hoy se ha transformado en
desazón. Y aunque sepa que revivir a los muertos casi nunca hace bien –más que
una sensación de alivio momentáneo que termina sepultando cualquier asomo de
optimismo–reconoce que no puede evitarlo.
Yo dejo a un lado mi libro y lo observo de reojo, totalmente ajena a su
universo interno. Es imposible que pase desapercibido. Permanece sentado en
posición yogui con los ojos cerrados al sol. No se le mueve un pelo. Me parece
ingenioso venir a relajarse a la piscina después de una jornada laboral. De
repente y sin nada en particular que lo atrajera a la realidad, abre los ojos y
se dirige a mi:
–Soy un adicto a los recuerdos.
Llegué a saltar de la sorpresa y sin entender muy bien cómo descubrió que
lo espiaba si tenía los ojos cerrados, le sonreí para enseguida sumergirme casi
inmediatamente en mi lectura. Como sea, el encuentro paso de largo porque
justamente se apareció un mesero para ofrecerle la carta de tragos y apetizers.
Después de leer un par de capítulos de una novela que encontré buceando en
una librería enorme del Greenwich Village en New York, nuevamente lo aparté para
contemplar la vista a mi alrededor. Me encanta el sol de las 5 PM en adelante,
es como si los colores cobraran un tono más hacia el dorado o el rosado. Desde
el rooftop se puede ver la ciudad de Washington DC en 360º. Los techos de las
alargadas casas victorianas en todos los colores, rodeadas de ginkgos bilobas y
abedules que las sobrepasan, confundiéndose entre las manzanas, monumentos y
las plazas que siguen una prolija geometría. A lo lejos puede descubrirse la
casa blanca, el capitolio y el puntiagudo monumento a Washington. Considerando el contexto en general, este pedacito
de “playa” resulta de lo más curioso. En medio de la ciudad se instala con
pasto, piscina, reposeras y un lounge que invita a un relajo absoluto. La barra
y la piscina son los mayores puntos de encuentro de la gente, quienes con una
Mimosa o una caipirinha en la mano bailan al ritmo de las mezclas del DJ.
–Quizás en otra vida.
Escucho que nuevamente me dirige la palabra, aludiendo a mi novela que así
se llama. Yo le sonrío y me preparo para poner a prueba una vez más, mi inglés
“en proceso”.
–Quizás en otra vida. Bueno en realidad no podría
decir mucho porque acabo de empezarlo y a veces me demoro un poco en entender
las ideas cuando traduzco del inglés al español.
Me preguntó las clásicas cosas como de dónde era, qué hacía y qué me
parecía la ciudad. Ahí nos detuvimos un buen rato para hablar de los estilos de
vida, los barrios y la personalidad de sus habitantes. Me explica el sentido del humor que tienen
los norteamericanos, que cambia según la ciudad de la cual provenga: los de la
costa Este son más sarcásticos y utilizan mucho el humor negro, para reírse de
situaciones y de sí mismos. Él me dice que quizás el desarrollo y el
intercambio con tantas culturas ha marcado una diferencia enorme que contrasta a las regiones
más centrales del país.
–Para elegir el lugar donde quieras establecerte,
es tan importante evaluar primero qué es lo que te hace feliz. Preguntarte: qué
necesito para sentirme bien. Por ejemplo yo: Amo vivir en esta ciudad porque
soy consultor para el Banco Mundial, lo que me permite trabajar sólo 182 días
al año y el resto de tiempo disfruto hacer las cosas que me llenan el alma.
Como por ejemplo, la fotografía. Yo viajo por el mundo sacando fotos de
lugares, personas, situaciones y naturaleza.
Me muestra las que hizo durante su última travesía por el Sudeste Asiático
y la verdad es que su trabajo es increíble. Me cuenta que para él es esencial
movilizarse en contextos que le den tranquilidad como este. En contraposición
mía, que me inclino hacia lugares más convulsionados como New York.
–Para ser honesto, siempre soñé con vivir en Brooklyn
pero el tiempo fue pasando y ahora mi ex novia se ha mudado hacia allá– Se ríe.
Ahí se corta un poco la conversación, no sé qué decir. No quiero parecer
entrometida porque hay personas que cuidan mucho su vida personal, así es que
avanzo con mi punto, argumentando que no debería dejar de hacerlo si realmente
es lo que ha soñado siempre… Además, son millones de ciudadanos como para estar
topándose por ahí.
Me mira acertando y me cuenta que va a cumplirse un año de su ruptura y que
aún no logra superar la pérdida. Ha tenido que apoyarse con tratamiento
psicológico y otras terapias complementarias, como la medicina china y la
meditación. Ningún camino por separado, sino que todo en su conjunto ha
contribuido en su proceso de sanación.
–Los primeros meses me sentía devastado, no solo
el corazón, sino el cuerpo. Algo totalmente desconocido para mí: que
físicamente un hecho de la vida te duela y que tengas que hacer las cosas como
un robot porque la sola oportunidad para detenerte a pensar implicaría pasarte
el día completo en la cama… Definitivamente era nuevo. Y he pasado por tantos
estados, primero la desesperación que te da cuando comienzas a entender que
nada va ser como antes, que la relación se terminó de verdad y que aquella
persona que amas decide irse lejos para cortar realmente de raíz. Después de
agotar todos los intentos para intentar revertir la situación y darte cuenta de
que ya no está en tus manos y que probablemente nunca lo estuvo porque una
relación se construye de a dos, me hizo caer en una depresión. Ahí es cuando
vine a tocar fondo– Me mira y se le escapa una carcajada –A propósito soy Robert,
no creo habértelo dicho antes.
Nos reímos un buen rato y continúa con su historia. Me sorprende su
capacidad para comenzar a hablar de lo que le pasa y con qué apertura se
adentra en temas que por lo menos yo acostumbro a compartir con mi círculo más cercano.
Yo le pregunto qué hacía cuando estaba con los ojos cerrados y me cuenta que
son ejercicios de re-conexión para volver a su centro cada vez que siente que
anda muy disperso.
–Hay veces que viene bien disciplinar la mente y
conectarme con el momento presente. Tiendo mucho a irme hacia el pasado y
revivir los recuerdos, así es que esta fue la manera que encontré para salir
adelante.
–¿Y te resulta?– Le
pregunto curiosa.
–De a poco sí– Y se ríe –Veo que no me crees
mucho. Pero si te contara las cosas que he hecho, pensarías que estoy loco y
saldrías arrancando.
Yo abro más los ojos y lo insto a que me cuente el límite de su “locura”.
–Bueno ¿Conoces la plaza
de los perros?
Al frente del edificio en el que vivo hay una placita de mascotas. Es un
maravilloso espacio verde que termina como una punta de diamante, rodeada de
árboles, macizos de flores y cercada por unos barrotes dorados que deben ser
antiquísimos. Durante el día es el punto de encuentro de todos los perritos del
sector quienes guiados por sus amos, van felices a este paraíso canino. Así es
como de todas las razas, grandes chiquitos, peludos, pelados, distinguidos y
mestizos, se la pasan corriendo de un lado a otro, siguiendo una pelota o
haciendo acrobacias. Y es tal el éxito que tiene que es un verdadero
espectáculo contemplar cómo es que al acercarse van tirando de las correas
desesperados para llegar cuanto antes… Como mi escritorio da hacia la ventana
que se orienta justo al frente, los distingo hasta dos cuadras. Me divierte
pensarlos con voces propias: –¡Apúrate papá
que ahí están mis amigos! ¡Acá vengo! ¡Espérenme, no comiencen sin mí!
Ven que yo tengo patas cortas y con mi papá estamos los dos muy gordos para
movernos tan rápido–. Son como niños. Y los que ya están adentro, llaman a
ladridos a los que se vienen acercando, como si los esperaran para continuar el
juego. Otra realidad paralela es la que se vive entre “humanos”. No dudo de que
acá mismo amistades han nacido, porque entre todos se conocen, se saludan muy
fraternalmente y se pasan las tardes de verano completas charlando
animadamente.
–Yo no tengo perro. Pero por muchos días seguidos,
ir a la plaza y sentarme a observar a la gente conversando felices era algo que
me llenaba de esperanza. Me recordaba la felicidad en lo simple, en lo
cotidiano… Y cuando la gente me miraba como preguntándose cuál era mi perro, yo
levantaba la mano mirando hacia el montón de canes que corrían de un lado
a otro y gritaba: ¡Héctor! ¡Héctor! ¡Acá estoy! Y ahí me quedaba con una
sonrisa. Nunca nadie supo que yo no tenía un perro. Y sin embargo, conversé acerca
del amor hacia los animales como si fuera un gran entendido. Al final... El amor
es el amor.
Nos reímos un buen rato y ya cuando se ponía el sol, comencé a sentir algo
de frío. Así es que junté mis cosas y nos despedimos. Y antes de desaparecer le grito:
–¡New York te espera!
–¡Quizás
en otra vida!
me encanto, espero que sigas escribiendo.
ResponderBorrarHola Yolimar, te agradezco de todo corazón tu comentario. Te cuento que estoy con una frecuecia casi semanal de publicación, que generalmente subo cada fin de semana. Un abrazo grande!
BorrarMuy bonito
ResponderBorrarMuchas gracias Ricardo! :D
Borrartodo menos los cigarrillos jejejexD
ResponderBorrarjajaja tal cual... pero así decía la canción :P
BorrarBuena historia y narrativa. Bastante entretenido. Congrats.
ResponderBorrarMuchísimas gracias!! Un abrazo grande
BorrarHermosa. Un encuentro espontaneo de esos que alegran tu dia. Ame la parte de los perros
ResponderBorrarQué alegría <3
BorrarMe ha gustado mucho. Tiempo sin leer algo que se parezca a mí. Gracias
ResponderBorrarMi gratitud por compartirlo. Abrazo y buen domingo!
BorrarHermosa historia, ojalá todos tuviéramos la capacidad de plasmar una vida en unas líneas. Felicitaciones. ��
ResponderBorrarsoy un adicto a los recuerdos x2
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